El gurú de la triste figura

Ilustración: Alfredo Caceres
Ilustración: Alfredo Caceres

A D. Miguel de Cervantes Saavedra


Prólogo  (#remix)

Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este post, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y, así, ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno?.

CAPITULO I:

Apasionado de Internet y los medios sociales, y amparado por una excedencia de su puesto en la Dirección Informática del Ministerio, registró emocionado el dominio de la que sería su nueva y revolucionaria consultora. Sin hijos ni mujer, siempre fue soñador y desde niño lector voraz de Salgari y Julio Verne y gran devorador de comics y tebeos. Dotado para las matemáticas, aprobó sin esfuerzo la oposición. Su hermana Susana –mujer sensata y de fuerte sentido práctico, veía con escepticismo la nueva aventura de Diego Kijano.

La larga agenda de contactos construida desde un puesto administrativo decisorio habría de abrirle innumerables puertas, y los nuevos medios estaban ahí, ahora por fin a su total alcance. Allá donde toda información era posible, el levantaría su reino, allá satisfaría su pasión por el descubrimiento y la lectura. Noches largas de surfeos y tuiteos para construir una reputación y estimular la imaginación. ¡Qué bellas las palabras de Nicolas Carr en The Shallows:  «La red se había convertido en el medio universal, el conducto por el que circulaba la mayor parte de la información que entraba por sus ojos y oídos y llegaba hasta su cerebro”.

Pasaba los días enredado en los  nuevos conceptos de las Arquitecturas Sociales Resilentes y la Colaboración Asincronica Dispersa y se inició en el nuevo arte de las Visualizaciones de Datos Cuánticas. El trabajo se acumulaba y contrató a un técnico joven- menos fino en lo abstracto- pero constante en el trabajo y conocedor de los entresijos básicos del mantenimiento de los blogs y de los medios sociales. Así dispuestos, blog  y página de Facebook en mano, el estratega y su community manager lanzáronse a la conquista del mercado con gran entusiasmo del primero.

De todo aquello que leía, escribía, mezclaba y remezcabla,  y el ayudante puntualmente publicaba. Así hasta dar a luz su primer gran libro de título “El paradigma solipsista de la desinformación colectiva”. Inexplicablemente no se entendió, tuvo malas críticas y se vendió poco. Su communtity manager intentó sugerirle menos lectura y especializarse en diseño de bases de datos relacionales, en vano. Su hermana solo empezó a asustarse cuando le encontró una mañana, discutiendo con el ordenador sobre la infuencia en la red del giro de los estorninos.

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