Ayer me llego un Tweet – no por primera vez por cierto- con la idea de que los que estamos en las redes –sobre todo en Twitter- ó somos gurús de Internet ó queremos serlo. ¡Protesto!. No es que no aspire a ser gurú o al menos gurucilla, es que mi natural sincero me obliga a confesar motivaciones más profundas. La emoción que me produce un retweet o una mención y no digamos un mensaje personal no se explican por tan mundana aspiración. Pensar que alguien encuentra interesante lo que uno dice, y que el mundo puede estar lleno de almas gemelas a tu alcance, eso sí es adictivo.
Acudo a la blackberry con ansiedad en cada descanso: en los embarques; desayunando; en el sofá. Se me ocurren caminos mucho más directos para hacerme gurú. Estudiar más por ejemplo, ó invertir en terminar ese interminable libro que vive tan solo en mi cabeza. ¡Y que decir del morboso placer que me produce mirar mis propios tweets ! Me temo, lectores, que me estoy desnudando en público. Y es que de eso va la cosa, de mensajes en botellas, de ventanas indiscretas y de confesionarios.
Me gusta más la imagen que me devuelve vuestro espejo que algunas de mi misma que llevo viendo demasiado tiempo, amigos. Me gustáis como sois con vuestros extraños avatares y manías, parecen divertidads las fiestas desvirtuales, pero yo os prefiero así quietecitos como muñecos.
Nota: Este post fué publicado inicialmente en otro blog ya desaparecido.