Se te coló dentro,
por la punta de los dedos, o por la nariz,
enganchado a un olor que ni siquiera oliste,
que imaginaste.
O fue que tal vez vino,
a lomos de un caballito blanco,
y te rozo un hombro, una mano, un pelo,
tal vez fue la espalda lo que te rozó.
Y te creció un agujero,
una galaxia,
que se hizo un hueco en tu garganta,
se sentó en tus palabras,
se coló en tus ojos.
Y se rió burlón,
dispuesto a confundirte,
invadirte, devorarte,
y cuando lo notaste,
ya estabas perdido, infectado, dolorido, enamorado.