Lagartijas, viajes y panópticos a ritmo de Jazz.
Pues no. Parece ser que la culpa de nuestras acciones e inacciones nunca la tiene el pangolín, sino nuestro temor y nuestros fantasmas. Claro que si lo que se busca es una colección de relatos sobre la última pandemia, este no es libro. Este va de otro tipo de pangolines algo más escurridizos.
La cosa es que hay colecciones de relatos que son como novelas porque presentan un mundo en varias imágenes. Otras, como Pangolín, se han cocido a fuego lento y llevan dentro casi de todo: panópticos, reliquias, monstruos, pesadillas digitales, amoríos surrealistas, alegatos contra la burocracia y fantasías tecnológicas. Pero yo soy de la teoría de que el mundo de un escritor se crea pronto. Así que empezaré por La Lagartija.
¿Qué detiene a un niño horas y horas frente a una lagartija durante las tardes de verano?
A veces imaginar, es más interesante que tocar la realidad. Podría ser el miedo, o tal vez, el placer de mirar: el voyeurismo vital que a muchos niños les hace acabar escribiendo cuentos. Sucede, que las preguntas de la infancia a veces nos esperan durante años, y entonces el texto se llena de nostalgia y de veranos en la España del desarrollismo. Y puede que la solución ante ese éxtasis infantil prolongado sea quedarse quieto mirando la piel áspera de ese ser inquietantemente prehistórico, ese dragón en miniatura. Tendréis que leerlo para descubrirlo, aunque muy probablemente no encontréis la respuesta, y os quedéis mirando a la lagartija bastante tiempo.
De escritores por cierto, va el relato fantástico el Informe Belmonte que cierra la colección, uno de los más devastadores. Una pasión que le cuesta cara a Juan Belmonte.
Otro relato que se construye sobre mundos interiores que arrancan en la infancia es Tu no lo ves. Un relato poblado de monstruos que me parece muy tierno. Claro que yo soy muy de monstruos (no sé si esto ya lo he dicho) y de los mundos en que habitan, que como todo el mundo sabe son los únicos que existen. Aunque hay quien no ve a los gorilas y a los pangolines que nos rodean por todas partes, y mucho menos a los pangolines.
¿Y qué nos pasa cuando se nos cruza una tipa en la carretera que nos pone el mundo del revés? Un breve affaire es un relato surrealista que hay que leer con la lógica habitual guardada en el cajón y dejándose arrastrar por su «flow», como el protagonista, para poder sumergirse en paraísos mundos submarinos y embriagarse en moteles de carretera, igual que si uno estuviese viendo El Perro Andaluz vaya y le hubiese atravesado la navaja medio ojo. Eso sí con Coltrane de fondo que se disfruta bastante más.
Ese viaje surrealista del Pangolín continúa dentro de otro de los relatos, El infierno era esto, en el que lo fantástico y la historia del s. XX componen un cocktail bastante corrosivo e hilarante, que incluye a Hitler como protagonista. Tintes negros, negrísimos, de fondo de un pensamiento pro-anárquico que asoma en varios de los cuentos, como en los Grilletes de luz de un panóptico.
Muerte en el Nilo S.A, nos mete en la batalla contra una editorial maligna y sospechosa , un relato sobre las tribulaciones a la que nos somete la insoportable irrealidad digital, como OK, Google, aunque de este no diré nada, salvo que me estoy pensando recurrir a ese tipo de servicios de alto standing cognitivo con urgencia. Burocracia, burocracia, burocracia también en En Modelo 666.
Me consta que Ante La Ley de Kafka está entre los cuentos favoritos de Jariego y se nota. Porque en Pangolín la lucha frente al monstruo de la burocracia y las reflexiones sobre el destino se repiten varias veces.
Lo que viene a demostrar lo que venía diciendo: que al escritor se le clavan algunas cosas en la cabeza y ahí se le quedan. Claro que en esto de la literatura, cada uno es muy libre de tomarse las cosas como quiera y de ver sus propios pangolines donde le dé la gana. Trece relatos recomendables para amantes de lo fantástico que el autor califica de canallas, y que yo calificaría de surrealistas, guerrilleros y entrañables y llenos de pangolines.