Pero nuestro ojo, señores, es un órgano tan elemental que apenas puede distinguir otra cosa que lo indispensable para nuestra existencia. Lo que es demasiado pequeño se le escapa, lo que es demasiado grande se le escapa, lo que está demasiado lejos se le escapa. Ignora los millares de pequeños animalillos que viven en una gota de agua. Desconoce los habitantes, las plantas y el suelo de las estrellas vecinas; ni siquiera ve lo transparente. Coloquen delante de nuestros ojos un espejo falto de un azogue perfecto, no lo distinguirá y ellos mismos nos lanzarán contra él, como el pájaro enjaulado en una casa, que se rompe la cabeza contra los cristales. Por lo tanto, no ve los cuerpos sólidos y transparentes que, sin embargo, existen, no ve el aire de que nos alimentamos, no ve el viento que es la mayor fuerza de la naturaleza, que derriba hombres, abate edificios, desarraiga árboles, alza el mar en montañas de agua que hacen desmoronarse acantilados de granito. ¿Qué tiene de sorprendente que no vean un cuerpo nuevo, al que sin duda le falta la única propiedad de detener los rayos luminosos?
EL HORLA -GUY DE MAUPASSANT