Yo buscaba una utopía sobre la mujer feliz

Cuando en enero de este año Paco Jariego y yo apostamos por lanzar el proyecto que entonces llamamos Cazadores de Utopías nos unimos en torno a una consigna: «los utópicos eramos cazadores de utopías en rebelión contra el actual circo de la innovación y en busca de una nueva morfogénesis del cerebro social” .

Buscábamos crear un panel de utopías. Cada panel debería definir un escenario posible, no probable, plausible necesariamente. Un panel estaría formado por varias utopías. Una utopía quedó definida simplemente como algo que queríamos que pasase. El primer ejemplo: la muerte de Facebook. El segundo, el fin de la publicidad tal como lo conocemos. Ninguna de las dos ha llegado a escribirse de momento. El ejemplo de escenario preferible al que yo llamé siguiendo alguna de mis obsesiones mentes colmena se produciría cuando el pensamiento colectivo nos liberase de la incertidumbre y el abismo de la complejidad del entorno actual. Esta utopía sí está escrita desde varios ángulos en el libro sobre la Utopía publicado finalmente.

Los utópicos del Renacimiento, Tomas Moro o Campanella, habían descrito cada uno a su manera las normas de la ciudad utópica en sus utopías completas: desde el vestido, a los alimentos, la organización familiar, las artes, la administración de justicia, todos los detalles de sus visiones sociales estaban descritos milimétricamente. Nuestro panel de utopías también aspiraría a mostrar una fotografía de conjunto de la utopía digital: el marketing, la seguridad, la complejidad, la familia, la verdad, la libertad. Yo tenía entonces una utopía digital en la cabeza: digital y filosófica. Las nuestras serían utopías modernas, como las describió Francisco Martorell Campos en la presentación del libro:

“Utopías abiertas, imperfectas que se insertan en un proceso, secularizadas, pragmáticas, realistas”. 

Francisco Martorell Campos

Muchas las encontramos pronto, pero ….yo buscaba una utopía sobre la mujer feliz.

Mi co-editor tenía una idea para un relato sobre la empresa-hembra y yo esa utopía la busqué incansablemente hasta que conocí al psiquiatra  Paco Traver. En nuestra primera conversación él me habló de la vuelta de la mujer histérica; de las actuales enfermedades de la Clínica del Vacío; de la anorexia y de la bulimia; de la muerte de Edipo. Finalmente, su utopía se llamó el Retorno de Eros. Eros como aquello que nos une, y en ella nos habla de algo tan freudiano como la necesidad de matar al padre. Una utopía en la que se escarba en la desmonoración del modelo masculino[2]  y su relación con el maltrato. Después conocí a Paula Oriol y hablamos de la belleza; de las cifras disparadas de suicidios de niñas adolescentes; del efecto perverso de los inalcanzables modelos de belleza; de las Tres Gracias…Y más tarde a Sylvia, que agarró su mente privilegiada a la idea de la empresa-hembra como una metáfora de lucha contra las supra-organizaciones deshumanizadas producto de la complejidad. 

Yo buscaba una utopía para la mujer que cambiase valores, en el trabajo, en la familia, en las redes. En la Utopía de Tecnofuturos 2020 encontrarás tres, o una utopía fluida y desmembrada según lo quieras ver. Colectiva e imperfecta.


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