14 de noviembre de 2019: 19:50
Solo algunos ángeles pueden tardar tanto tiempo en recorrer la distancia entre el Círculo de Bellas Artes y la Plaza de España, cuando llegamos a la bifurcación que él enfilaría después hacia la Estación del Norte, y sólo entonces, el ángel empezó a hablarme de La Mano Izquierda de la Oscuridad, y de una novela en la que hombres y mujeres habían dejado de necesitarse -más tarde descubrí que me había estado aplicando la estrategia Huckleberry de la Valla Blanca.
Qué hacía frio lo recuerdo; y que la cabeza me daba muchas vueltas. El pacto quedó sellado: un texto cada 12 horas durante una semana o quedaría rota la cadena.
En la línea 10 del metro la chica rubia estaba frente a mí. Escribí unas líneas en el móvil que titulé Misericordia, hasta que me quedé sin batería y se las mandé.
Dentro de una mater es fácil perderse, hay demasiados caminos enredándose que casi nunca llevan a donde debes ir. Pero la Green de la trenza pelirroja apoyada junto a la ventana es blanda y confortable. Cuando entras sientes la caída: un instante alargado en el que no estás en ninguna parte. Tienes que soltar y dejarte caer. Si tienes suerte, serán solo unos segundos de desequilibrio. Soportar el zumbido en tu tímpano. Buscar el dolor duele: limpiar las huellas. Cuando conectas, sientes el peso extra de toda esa masa. Tienes que estrecharte mientras desciendes, encontrar los puntos de encaje para recibir las señales. Deslizarte como una ameba en el lago blancuzco. Sabes que el entrelazamiento es correcto cuando notas el eco que te avisa del acoplamiento acústico de vuestras dos señales. Entonces sientes que estás conectado y puedes empezar a actuar, aunque muchos de nosotros nunca logran hacerlo, y tienen que dejar de ser ángeles. Misericordia no puede salvarles a todos.
(I.P)
Un par de horas más tarde llegó la respuesta
Los vagones están infestados, el ambiente cargado. Me recuerda esa sopa densa que he visto tantas veces engullir a los Pater en los chiringuitos del paseo marítimo. Los circuitos de ventilación aún no funcionan a pleno rendimiento. Llevará tiempo. Conseguir higienizar el circuito lanzadera no es exclusivamente un tema técnico. Requiere una planificación cuidadosa. Ante todo, es necesario asegurar la continuidad homeostática para los usuarios del servicio y la diversidad filogenética es enorme, pero, además, hay que ser extremadamente cuidadoso con las formas. Las formas van a ser la clave. No podemos arriesgarnos a dar un paso en falso, provocar una revuelta. Por eso no me queda más remedio que bucear en esta sopa. Alguien tiene que hacer este trabajo, y yo soy uno de los comisionados por el proyecto Misericordia para la recogida de datos. Con todo, lo peor no es tener que vivir aquí abajo, en este ambiente opresivo, la borrachera de los sentidos, los olores, sobre todo los olores. Lo peor es el momento de la penetración, esa sensación de aproximarte a una película invisible que primero te envuelve como una masa de celofán y luego se torna rígida. Y entonces ese chirrido que te desgarra por dentro al atravesar la barrera empática.
(P.J)
14 de Febrero de 2022
Dos años y algunos meses más después, en la versión final de Ángel 122, una gran parte de ese texto ha desaparecido, pero el worldbuilding que trazamos desde las primeras iteraciones: triste, erótico, e inquietante se mantiene. Por eso, por lo de erótico, hemos decidido que vea la luz el día de San Valentín. Por eso y porque, aunque mi coautor se empeña en decir que es una novela sobre la inteligencia colectiva de una civilización superior (las obsesiones son libres), yo me empeño en decir que es un relato de sacrificio y de Eros entre dos seres de genética muy dispar que luchan por sobrevivir en medio de la distopía.